La toxina botulínica, conocida popularmente por el nombre comercial “Bótox”, tiene una curiosa historia que va más allá del uso estético. Una de sus aplicaciones médicas más recientes es como tratamiento del bruxismo o rechinar de dientes involuntario.
La literatura científica demuestra que la aplicación de la toxina botulínica tipo A, controla dolores musculares, el estrés y la ansiedad causados por el bruxismo y el apretamiento dental, pero no elimina la necesidad de usar la placa miorelajante.
“El tratamiento del bruxismo con toxina botulínica tipo A, resulta ser un procedimiento seguro y efectivo para este trastorno, de acuerdo a su experiencia.” Señala la Dra. Priscilla Pereira (especialista brasileña en armonización orofacial).
Se le denomina “bruxismo” a rechinar o apretar de dientes de forma involuntaria. No es una dolencia grave, se trata de un desorden funcional bastante frecuente que puede tener efectos sobre otros aspectos de nuestra salud, como dolor de cabeza, insomnio, dolor dental, muscular y de oído, depresión, problemas dentales y de masticación, etc.
La toxina botulínica se aplica de forma ambulatoria con pequeñas inyecciones en los músculos motores de la mandíbula. Esto reduce sus contracciones involuntarias, pero sin afectar en absoluto a la capacidad de masticar. Aproximadamente 72 horas después, el paciente ya nota sus efectos, que pueden prolongarse entre cuatro y seis meses después de la sesión, lo que sin duda es una enorme ventaja sobre otros tratamientos como las férulas que requieren su uso diario”, explica la doctora Dolores Martínez Pérez.
Como todo fármaco, el bótox puede tener efectos secundarios sobre los músculos inyectados que, en todo caso, suelen ser leves y desaparecen en poco tiempo.
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